Brasil
Ay, mi Brasil… País del caos, de la samba, carnaval, futebol, favelas, mu-
latas, amazonas, el cristo, copacabana, pelé, niemeyer, villa-lobos, jk y
brasilia, bossa nova, jobim, favelas, el nordeste, el pantanal, petrobrás,
corrupción, la “canarinha”, río, são paulo, país del futuro, más que país,
continente, gigante por su propia naturaleza, así canta el himno, acos-
tado eternamente, vaya paisito de dios, perdón “paisón”...
Dicen que Lula, después de dos truculentas y sombrías décadas de mi-
licos golpistas en el poder y unos cuantos predecesores que, entre cor-
ruptos e ineptos, al final con excepión del último acabaron en nada, se
reinventó el país —justo él, el semianalfa, el demagogo, el simplón— y
ahora ahí está, es el mayoral, prestigio internacional y tal, europa, onu,
china y áfrica, los milicos de pico callado, bueno, más o menos, que es
como tiene que ser, y quién manda y desmanda es la exguerrillera doña
dilma, la cuarta mujer más poderosa del planeta, dicen… ¡miren ustedes!
Lavrinhas
De la segunda década di nostra vita… mejor olvidarnos. Tempi passati.
Demasiado lejano, ese pasado de sombras y lagunas, para que nos
estemos perdiendo en detalles de poca monta.
Solo algunas pinceladas, nada más.
Lavrinhas: espléndido paisaje idílico. En lo demás, régimen monástico,
rígido, sin gracia, disciplina y fe, tipo cuartel. Ha quedado, a partir del
gregoriano, el gusto por el canto. Y un sinnúmero de libros, libros y
más libros, así como una incurable curiosidad intelectual: pensar, refle-
xionar, buscar palabras, jugar con palabras, alinear palabras. Con res-
pecto al resto… ¡oye, mejor me callo!
Otras etapas de la piadosa y escabrosa aventura monástica, nada de
nostálgica o gloriosa memoria: noviciado, votos temporales, los años
entonces denominados de “filosofía”.
Increíble haber pasado por todo eso.
Passa Quatro {MG}
A camino del oro y de las soñadas piedras verdes —que unos ojos cansados de
cazar esmeraldas nunca llegarían a ver, y que sus manos descalabradas de tanto
remover cielos y tierra en búsqueda del precioso tesoro no tendrían la gloria de tocar—, el bandeirante paulista Fernão Dias descubrió allá por los idus de 1674,
y hoy todo el mundo conoce, admira, enaltece [quien lo vio, quien estuvo allá]
la belleza natural, la simpatía, la peculiaridad de esa maravillosa perla verde
que es Passa Quatro – allí del otro lado de la Sierra.
Pacata villa sureña de Minas, pintorescamente incrustada en una idílica y acoge-
dora concha a los pies de los majestuosos cumbres de la Mantiqueira, a primera
vista como olvidada del tiempo, con aires de Bella Durmiente, pero sin por eso
dejar de irse modernizando, con buena infraestructura, confortables hoteles,
algunos de lujo, e innumerables atracciones turísticas de una permanente y
renovada fascinación por su entorno natural.
São Paulo
La tercera década: caí en el mundo sin fondo y sin frenos de la “Pauliceia”,
obligado a ejercer y a soportar actividades hoy ya impensables, desde servicios generales en la administración regional de um banco, hace mucho quebrado y desaparecido, por cierto de Minas, pasando por no sé cuántas empresas y puestos, conociendo de cerca toda suerte de trapazas y fechorías, y donde, respirando [sin asfixiarme] el aire más contaminado que ya haya pasado por los pulmones de un montañés, aprendí mil trucos de supervivencia, como sacar miel hasta de las piedras, del asfalto y muy especialmente de las incontables bocas famélicas, voraces, locas de las alucinadas y alucinantes chicas de la noche, y del día también...
São Paulo: prolongado y profundo baño de purificación mental.
Quien sale limpio de ahí, puede ser canonizado en el acto, ¡santo subito!…
más santo que cualquier católico polaco.